Llegó la no esperada ni deseada hora,
aún estaban calientes las sábanas;
el pan y la leche aguardaban
el desayuno fue de sangre y lágrimas.
Siete horas de la mañana
la noticia nos trajo oscuridad
una mano vil nos dejo sin ella:
la hermana, la madre amada
nuestra inolvidable Soledad.
El rocío no llegó a la flor
ni el rayo del sol pudo brillar
en nuestras almas solo quedó
muchas ganas de llorar.
Ocho años ya, la vida continuó
pero su recuerdo en todos floreció
fue semilla fuerte la que dejó
bendita simiente, la lucha no acabó
Soledad semilla de amor
vives eternamente en nuestro corazón.