Esbelto, largo y con alto sombrero de copa,
va en búsqueda de la insigne dama que a perdido
su triste imagen no sabe por dónde galopa;
y la noche martiriza su rostro que está hundido.
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Queda de ella el pañuelo de cuando entre la tropa
siente exhalar ese cruel malsano quejido
es el olor en la batalla que le acompaña y arropa
y sabe que vive por ella, pues él esta dormido.
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¡Cómo un jabato lucha y el soldado sí mata!
cada muerte la tea en sus manos sostiene
y aquel pañuelo blanco que es su signo de plata.
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El recuerdo de amor seguro lo mantiene,
sueña en su corazón con oír la sonata
cuyos cantos juglares, a su alma la previene.
Es el amor más grande que por mujer sintió,
que la guerra ardorosa su vida ahora frenó
y ello le quema y sabe, que ella lo conquistó.
Cual si fuera de Troya la seductora Helena,
a su amada la rapto pues estaba confunso,
aún siendo su amor sólido como la roca
No quiere caminar hacia atrás, no quiere ir en carena,
desea a su amada, bebe vino en la mesa
y sella ese regreso que ella espera tranquila,
soñando que él no ha muerto, que galopa y regresa.
Va en su búsqueda con aquel atuendo florido
al verla sin querer le brota un feroz gruñido
a vuelto aturdido de la vieja y horrible Europa,
seguro que su amor a él, ella aún arropa.
Un beso y una flor.
Alfredo Daniel López.