Una quieta mañana
me adormece,
un deslumbrador
cielo de vacíos;
sin mis ojos siento
tu sombra fija
en mi insaciable
hambre de minutos,
con tu voraz
perpetuidad de espacios.
En mí, palpita
la esperanza como fruto,
la acrisolada luz
que ciega y besa,
viva silueta de lo
que en ti busco.
En mí, se quema el
día con tu lumbre,
fuego interior
de tu impensable paso,
que hace latir mi
párpado cerrado.
Tu resplandor de
mundo y de tormenta
engañan mi
conciencia de futuros,
de sombras de otro
tiempo sin presencia,
sueño bajo tu piel
con mi latido
y florece, extraña,
una fantasiosa primavera.