Siéntete escarabajo –y no es preciso que recurras a Kafka-, que se han equivocado de siniestro porque tú
así sabrás
cómo es tu aspecto póstumo y qué bien
te han sentado los años.
Felicidades, pues, si has encontrado que la envidia
no se cura en Ganges
ni aprendieron
las aves a volar con exceso de azúcares,
felicidades hoy
que al bajar a la calle te has sentido como un pájaro adúltero
masticando tu sombra:
ya eres bosque de nuevo,
ya has dejado pasar sin enervarte a los trenes tardíos de la histeria
y ahora sí,
ahora puedes poner en tus masías rosetones románicos
y orinar hacia arriba,
qué más da,
mañana te hallarán los cocodrilos de Egipto
jugando a las canicas mientras arde tu casa
y los adviertes
no eres Gregorio Samsa.