Recorro con el dedo por tu cuerpo
buscando la señal que te delate,
una huella del descuido de tu amante,
perfume… extraño olor, algún secreto.
Cuerpo rígido, boca fría al beso,
madrugada de infierno lacerante
cual león enjaulado, vulnerable,
que resulta extrañado en tu argumento.
Volviste desenvuelta y atrevida,
sin nada que temer. Nada que extrañe.
¿Por qué? ¡Oh Dios! pensé que tú mentías.
Por culpa de locura desquiciante
así se lo diré a la policía
pidiendo al juez me dejen, enterrarte.
Cecilio Navarro 26/04/2015
Derechos de autor reservados