Ella estaba muy serena contemplando el horizonte
Esa figura, ese porte, de jovial y bella reina,
Su cabeza inclinada, su cabello sostenido
Por ese pequeño anillo con apariencia dorada;
En una elegante banca de aquel jardín tan sencillo
Con canto de pajarillos y con su ropa muy blanca,
Su mirada se perdía entre ligeras sonrisas,
Entre aquellas delicias: dulce encanto de alegría;
La miraba desde lejos, con temor de interrumpirla,
El deseo de sentirla se acrecentaba en silencio;
Me alejé, no dije nada, renuncié a mi loco sueño,
Me sentía tan pequeño ante tal pureza de alma;
Hoy le recuerdo tan sólo; nunca supo que la amé,
No sé lo que de ella fue, pero yo sé que la adoro;
Dondequiera que ella esté, hoy le quisiera decir
Que de ella me enamoré y que por siempre la amé;
Me preguntarán ¿por qué no declaraste tu amor?
Yo les diré porque soy muy débil de corazón
Porque cuando yo me entrego, sin medida yo me doy
Tanto vivo mi pasión, que por amor, hasta muero…