Creí que me abrazaba el mar.
Sentí su calma mecedora, su frescura
y el alivio que sentía mi piel al tocarla.
También sentí su furia impiadosa,
y cómo me helaba con sólo acercarme.
Creí que me abrazaba el sol.
Ardiente, sofocante y placentero.
Dándome vida y, a la vez,
con la necesidad de ocultarme.
Sentí que me abrazaba la arena,
escurridiza y esquiva. Molesta y alegre.
Presente,
hasta en los rincones más ocultos de mi ser.
Sentí que me abrazaba el viento.
O que me demostraba su tempestad.
Sentí que me abrazaban un cúmulo de sensaciones.
Cerré los ojos. Las sentí y las besé. Y cuando los abrí, lo supe.
Eras vos.