Veronica Arteaga

SEÑOR POETA

Señor Poeta: ¿me regala un Poema? ¿Por favor?. Sólo quiero leer sus palabras un par de veces a la tarde a lo sumo, prometo no pedir otra cosa, no importunarlo en ninguna otra ocasión, como mucho me meteré en sus sueños un par de veces y seré la etérea protagonista de sus insomnios, diciéndole entre las sombras cuanto lo amo y cuanto lo echo de menos, por lo demás no se preocupe, en las noches en que usted pueda dormir lo dejaré tranquilo, de las restantes no ponga cuidado que yo velaré a su lado cada instante.

 

Observaré en perfecto juicio como el viento de julio arremolina las hojas en mi acera, como la lluvia resuena sordamente sobre los cristales, y soñaré con su rostro bañado de sol en su lejana tierra y en esos momentos, le aseguro que tendré en mi rostro una sonrisa, algo tonta, porque en tardes así de frías, solo una tonta le sonríe a los cristales, pero será una sonrisa al fin y será suya. No se preocupe por mí, ya le aseguré estar bien, me prepararé una media docena de tazas de te y las acompañaré con galletas de avena y pasas y le pondré al te una pizca de canela y tal vez comience a sentirme realmente tonta cuando vea en qué sencillos gestos baso mi felicidad, siendo como es, que en realidad quisiera que usted estuviera conmigo descorchando una botella de albariño sin galletas y sin pasas mediante. Después le pediría a usted que tocara el violín cuantas veces quisiera y, ¿sabe, Señor Poeta?, si usted me lo pidiera hasta me atrevería a tocar yo misma alguna pieza, si, yo, que no tengo el menor sentido de la música, pero lo haría por sorprenderlo y por ver en su rostro una sonrisa, mejor dicho,  en ese trance sería una carcajada de divertido horror, se lo aseguro.

 

Mientras ajusto más la bata sobre mi cuerpo y sofoco un estornudo, sueño con las noches de amor y pasión que podríamos tener entre Poema y Poema y se que terminaré fastidiándome y poniéndome triste por el te que se enfrió y mis pobres galletas de avena con sus patéticas pasas y su pecaminosa carga de calorías, emergiendo como rostros acusadores.

 

Ya ve Señor Poeta, como no entraño ningún peligro para usted, aunque haya aprendido de memoria las palabras de su último Poema, las Poetas mujeres somos muy tranquilas en la temporada invernal, aunque debo confesarle, Señor Poeta, que otra cosa será cuando llegue la primavera, porque apenas empiezo a ver las primeras yemas en los árboles me ataca una especie de locura y ya en Septiembre, con los jardines en flor, noto como la diosa primigenia que hay en mí se agita como en trance y me cuesta un triunfo poder aplacarla, porque a pesar de que me esfuerzo mucho crece y se desboca, tira por la borda al te y a las galletas de avena y se alimenta como vampiro de cuanto soneto y rima encuentra por allí. Trato de dominarla, pero es una batalla perdida de antemano, porque, cuando cae la noche y en el cielo se asoma esta luna grande y  redonda del sur, ya no puedo contenerla y sale de mí para sus desbordes orgiásticos y me pone en su contra, me azuza para que yo lo odie a usted Señor Poeta, y yo no quiero odiarlo, porque usted me inspira para hacer muchas cosas pero ninguna de ellas tiene nada que ver con el odio y termino odiándome a mí misma por odiarlo a usted cuando en realidad debería odiar este invierno, esta bata y esta nariz enrojecida y estas estúpidas galletas de avena y pasas que se depositan en mis caderas cuando en verdad son sus manos las que yo quisiera tener en mis caderas, aunque si lo pienso mejor es imposible tener sus manos en ninguna parte de mi persona porque en realidad yo lo odio a usted, no sé como es que usted no lo entiende,  lo odio porque miro a la malvada diosa que me perturba tanto y veo que no tiene la nariz enrojecida ni una bata de felpilla y creo que usted la ama a ella y me odia a mí. Aunque tal vez en realidad yo le sea indiferente, y usted ni me ame ni me odie y eso me aflige aún más si es posible , porque prefiero su odio sabiendo como sé que usted no ha sido creado para las batas y los estornudos, pero su indiferencia me desploma, me hace bolsa, y lo que haré Señor Poeta,  será salir a correr a buscar en mi despensa varios saquitos de té y beberé hasta olvidar, porque sus labios, Señor Poeta, deben tener sabor a albariño,lo sé, lo intuyo,  y en mitad de la noche mi diosa me acompañará y se sentará a la orilla de mi cama con sus piernas desnudas y sus velos a reírse de mis pantuflas de abrigo y mis pañuelos descartables y me hará sentir como un trapo sucio y lo siento, Señor Poeta, buscaré consuelo con Lope o Federico y encontraré  en otros labios lo que no encuentro en los suyos para que me embriaguen de Poesía, si es que aún existe Poesía para mi y no estoy inmunizada totalmente a sus influjos, pobre poetilla invernal y por un instante creeré que lo he encontrado a usted cuando en realidad desgrano mis Poemas y no me han visitado Lope ni Federico  y mis zapatillas y mi bata volverán a pegarse a la ventana a esperar la primavera, ya ve, Señor Poeta, todo lo que haré en esta estación sin amor, y se que no es nada decoroso, que usted esperaba de mí bastante más, créame que lo entiendo, pero piense que yo lo necesito para no perder a mi Poesía en medio de un charco de te frío, y porque yo lo amo, y por eso, ofrézca un Poema, por favor.

 

Cristina Cammarano