Las pocas tardes, cada vez menos,
Que me quedan por ver declinar
En Santa Cruz, mi soledad que no
Es muy diferente a la de otros o
A la de Werther antes del suicidio,
La tristeza cuyas zarpas nunca tienen
Tiempo a contraerse, versículos,
Cífras, volúmenes, el ruido del mar
En la memoria, las incalculables cosas
Que nos apartan, a ti y a mí; es el desierto,
Los diversos climas, bibliotecas y cuartos
Vacíos; mi habitación desordenada que
Fue espesura de flores cuando en Xochimilco
Cada cosa se nombraba con el cántico y la
Sangre, Guy de Maupassant y Borges, memorias
Que fallidamente intentan alegrarme, las primeras
Décadas de este siglo, recuerdos que me siguen
Y que intentan darme muerte, el único llanto
Que dejo entrever que es la poesía…
He aquí las pocas cosas que me quedan
Y bordean mis días.
Sólo una quisiera perder aunque es mi sombra.
Esa alhaja que me empobrece es la esperanza,
El entresueño donde llegas y me dices
Que me quieres y soy yo entonces
Esa sombra enamorada que precisa
Tus pasos y tu boca para existir…
Sólo una cosa quisiera perder
Para afrontar una muerte segura
Y firme: La esperanza, la siempre
Esperanza, aunque es mi sombra.