Atardeceres lánguidos
Que van llorando penas
Entre los alambrados
De musgo y azucenas.
Atardeceres tristes
Que me angustian el alma,
Si se juntan porfiados
Más allá de la casa.
Atardeceres dulces
Llenos de nostalgias
Que vuelan como abejas
Zumbándome en la cara.
Atardeceres amargos
Con luces en la trama,
Que se mecen en olas
De ríos que me llaman.
Atardeceres amigos,
Con tantas horas suaves
Que me dan una mano
Y me entibian el alma.
Atardeceres extraños
En la calma de un lago
Con la lluvia mansa,
Que cae tranquila
Sin prisa y sin pausa
Mientras veo el reflejo
De mi cara en el agua.