Estas manos tan olvidadas
que arañaron el pan
y anhelaron las alcuzas
manos tan pequeñas para el trabajo
estos brazos tan débiles
que trataron insignificantes horarios
nunca guardaron la memoria
de la caricia en el ruido frío
del metal que hiere y destroza
las monedas en el bolsillo
se desvanecen en el costado
ensuciándo la esperanza
de llenar de luz la mesa
de horadar las barreras invisibles
y aquí estoy
con esta cicatriz de olvido
que no alcanza a curarme
con esta mano estirada
con el vacío en el alma
y se que no escaparé de esta dolorosa herencia
ya no estaré más
he olvidado las flores
y el color de las tardes en calma
no quiero decir nada
me llevo esta tristeza.