Arrodillado junto al turbio riachuelo
teñido de negro por las industrias,
esas que no permiten a los habitantes
del hermoso valle conocer las estrellas;
tan solo un destello abrumado
por la niebla y el frío nocturno,
me deja sentir que no estoy solo,
pero... ¿Qué podría ser?
Mi razón no concuerda con mis deseos,
unas botellas de vino me rodean
en la desolada ribera del contaminado río,
que hoy es testigo de mi crimen,
pero sé que es testigo de muchos más.
Sumergido en una inmensa confusión,
que es sólo el producto mental
de saber lo que uno quiere,
pero no poder aceptarlo,
logré levantarme...
¿Qué acaba de pasar acá?
Veo un cuerpo degollado, irreconocible,
a mi al rededor hacen muchas preguntas,
y de repente el lugar se llena de desconocidos...
¡Maldita sea! ¡Estoy muerto!
Y mi alma se dirige
al verdadero infierno
que siempre la esperó.