Zumo amarillo en su congoja
líquido rayo que llamear quisiera,
en la pulpa de su enredado labio...
toda una primavera se libera,
entre higos y dátiles postreros...
de oscuras chumberas entristecidas,
agudas espinas mueren vencidas...
silenciosamente por su violencia,
y entre lagos de sal
y párpados de fría cera
desguarnecida...
mi alma atribulada se recrea,
sobre las colinas del frío cielo
la tarde marchita y polvorienta...
deshace sus dientes de plata helada,
sembrando limones... en pálida tela.