Por un camino empedrado
que discurre entre olivares,
con gesto serio y callado
cruza triste un caminante.
Ligeramente encorvado
y con su andar vacilante,
los kilómetros andados
son su estampa y su estandarte.
A la orilla del camino,
piedra y polvo, polvo y piedra,
los olivos retorcidos
y en el ribazo una higuera.
Camina Juan, abatido,
de Iznatoraf a Baeza.
Entre suspiro y suspiro
maldice su mala estrella.
Hace ya un mes que ha partido
dejando su casa en Lébora
pues ha sido despedido
porque cerraron la empresa.
Ahora aborda decidido
la campaña aceitunera,
luego se irá hacia El Egido
o a Lepe a coger la fresa
y más tarde con destino
a tierras aragonesas
andará el largo camino
antes que empiece la siega.
Absorto en sus pensamientos
rememora su tragedia,
pues después de tanto tiempo
no ha asimilado la idea
de ese cambio tan violento
de la fábrica a la gleba
ni el lógico desconcierto
de situación tan adversa.
Rebobina en su memoria
lo que le preguntó Adela
-¿Qué vamos a hacer ahora?
¿Quién pagará la hipoteca?
¿Saldremos de esta mazmorra
si se nos cierran las puertas?
¿Y la leche para Aurora?
¿Y los pañales de Berta?
Que aun que yo me pase horas
por ahí fregando escaleras
sólo tendremos cubierta
escasamente la cena.
Estas y otras muchas cosas
ocupaban su cabeza
cuando abrazando a su esposa,
revestido de entereza,
una entereza engañosa
para ocultar su flaqueza,
besó a las niñas, llorosas,
y se echó a la carretera.
Pero apenas hay trabajo,
los jornales escasean
y hay mucha gente en los tajos,
que nos llegaron de fuera.
Cansados y cabizbajos
en los corros se comenta.
¿Quién maneja este cotarro
de situación tan compleja?
¿Los que el dinero, a capazos
amontonan en sus cuentas
y con tanto desparpajo,
se las ocultan a hacienda?
¿O el obrero tiste y solo
que sufre las consecuencias
y que termina hecho polvo
sin ofrecer resistencia?
Las crisis las inventaron
para estos casos concretos.
abaratar los salarios
y dejarnos en los huesos,
arramblar con el erario,
privatizar los colegios
cual si fuesen mercenarios,
y aplastar nuestros derechos
trabajando como esclavos
Viento de Levante