Me quedé en la frontera de tu boca,
tus sueños me impidieron acercarme,
barajas de cartas efímeras,
la tarde y toda tú, alimentaban
pasajes vitales y desencuentros.
Me arrinconé a la lumbre y observé
a mi abuelo hablando con su alma,
le dolía, le quemaba...sentía;
no me pidas por favor que no te quiera,
ya estuve en el olvido,
era denso como los ojos de un banco,
como las pantallas de la vida,
Cine o muerte, cine o sombras en mi pecho.
Ennio Morricone da vida a los segundos,
quien tanto tuvo y todo lo perdió
debe despreciar el verbo perder
y amar el verbo tener...
y, hoy, soy mi abuelo llorando de mi mismo.
Paco José González