Después de pasar años de fatiga
para ahorrar unas pesetas,
renovamos la lámpara del comedor
que ya se caía de vieja.
Con gran ilusión la elegimos
llena de lágrimas y cristalitos
y creo que de aquella maravilla
hasta su \"genio\" nos trajimos.
Un genio que, por cierto,
vino hacernos una jugarreta,
a dejarnos sin aliento
y con la boca abierta.
Mi hermano hacía de electricista
y expectantes mirábamos sentados,
cual no fuera nuestra sorpresa
que la lámpara del techo se vino abajo.
Nos quedamos de una pieza,
él se llevó las manos a la cabeza,
su mujer quedó con los ojos cerrados
y yo de tan abiertos desorbitados.
No supimos que pasó y...
a todas estas la paella estaba hecha,
nos pusimos a comer de mala gana
mientras la lámpara vieja presidía la mesa.
La llevamos a arreglar
y nos tocó rascarnos el bolsillo,
hoy la miro con recelo al pasar
porque de ella un pelo no me fío.
Se dice que en las situaciones adversas
siempre hay algo positivo, más...
a no ser que pasemos a formar parte
del cuento de Aladino.
En este poema un tanto anecdótico
he querido poner una nota de humorismo,
pero os aseguro que en aquellos momentos
no me hizo gracia en lo más mínimo.
Aunque recordé a Thomas Edison
que inventó la incandescente bombilla,
pues cada año miles de ellas
se encienden en la Feria de Sevilla.
¡Y esas luces de colores
anunciando la Navidad!
¡y el faro desde la costa
alumbrando la bella mar!
¡Y en las fiestas de mi pueblo
con sus Bandas y \"Tomatina\",
con las luces del Campanario
y las farolas de su ermita!
Fina