El señor Labugam es el hombre más adinerado del pueblo, su máximo tesoro son los ojos esplendidos del bello rostro con hermosa cabellera, es su preciosa hija Enida Labugam mujer universitaria de muchos admiradores pero ninguno de ellos despierta su interés, Enida Labugam quiere aprovechar las vacaciones y conocer otras tierras, le pide permiso a su estricto padre, que piensa mucho su respuesta que termina diciéndole: estas a punto de graduarte, tienes buenas notas, tienes mi permiso y tienes un viaje hija mía.
Americalatina es su destino, llega a un lugar donde el mar es claro, la brisa fuerte y la comida deliciosa, Enida se desprendió de ese comportamiento tan formal que la acobijaba en ese lugar del antiguo continente, se le ocurrió subir una montaña que se situaba cerca de la costa, para poder ver el paisaje de ese lugar de sueño, una vez arriba se sentó sobre una roca y miró ese horizonte perfecto, su pupila se dilata y suspira fuertemente, expresión de estar sorprendida al notar tal magnitud de encanto, horizonte ocaso, el beso del mar con el cielo, la pasión de un sol, la fortaleza de una pequeña isla, tierra desafiante ante ese inmenso océano y todo visto desde la pureza verde de una montaña.
Al día siguiente Enida quiere conocer esa isla que vio desde la montaña, toma una lancha con varios pasajeros de igual destino, en la mitad del trayecto estando sobre las profundas aguas, Enida nota que la persona que está a su lado termina de leer un pequeño libro, esta persona mira el mar, el cielo y sonríe, Enida supone que le gusto el libro, al llegar a la isla esta persona ayuda a Enida a bajar de la lancha, ella le agradece su gesto y el muy Cortes se presenta, caminando juntos por la isla inician una conversación, Enida Labugam empieza a conocer la isla y también a Alejandro Abrahams.
Ella miraba sus habitantes de piel morena, observo que Alejandro era muy agradable e inteligente, ese hombre color canela, le brinda una bebida refrescante de panela, ella queda encantada al escuchar a Alejandro, hombre de figura atlética, que le gustaba la lectura, el deporte, el ejercicio y trabajaba en un restaurante como chef pero que actualmente estaba de vacaciones, en el lugar conocían a Alejandro, pues este era el chef del restaurante de la isla, después de una amena conversación Alejandro la lleva a su casa ubicada en la isla, se dirigen a la cocina en donde Alejandro le prepara una excelente comida, ella veía el pescado de color dorado acompañado de muchos elementos que adornaban estéticamente el plato, el olor intrigaba su estomago y lengua, al servir en la mesa aquel plato vio como sus manos crean un arte que estaba más allá de su imaginación, pensar que ella en su mansión nunca le dio importancia a las labores de su servidumbre ahora su conciencia por el trabajo de los demás tiene otra connotación, con un celestial refresco comenzó a charlar con Alejandro y probó aquel llamativo plato, múltiples ingredientes que deleitan el paladar con múltiples sabores, un arcoíris de sensación que inquieta la boca y abre los gustos de Enida Labugam, gustos que van más allá de la comida.
Pasaron días, Enida Labugam no se separaba de Alejandro, el tenia algo que ella no encontró en ningún admirador, una tarde ambos subieron la montaña, se sentaron sobre esa roca para ver el cielo, el mar, el sol, la isla y las aves volar, en ese momento se besaron apasionadamente, Enida despertó el jubilo que su vida necesitaba, en ese horizonte ocaso no solo volaban las aves también estaban las mariposas del amor.
Días de besos, caricias, abrazos, poemas, risas, charlas, diversión, gestos románticos que esta pareja expresaba hace que sobresalga el sentimiento del amor, se ve la unión de la arena y el mar en sus miradas, se ve el beso del océano y el cielo en su besar.
Cae la noche, Alejandro Abrahams la invita a un lugar de música y baile, ambos sueltan la energía de sus cuerpos al ritmo de un son, Enida miraba los movimientos sensuales del baile, notaba que su pareja era un excelente bailarín de esa música candente, ella susurró al oído de Alejandro: Eres mi bailarín, eres mi chef, eres tu mi amor un gourmet de suin. En este lugar de viaje Enida aprendió el significado de las palabras suin y amor. Después de un baile exótico y bebidas afrodisiacas hechas con frutas que crecen por estas tierras, Alejandro la lleva a un lugar apartado donde estaba una cama cubierta de pétalos de rosas, música suave, una copa transparente llena de trocitos de coco, se hablaron de manera seductora, se besaron, se desvistieron, Alejandro repartió los trocitos de coco por todo el cuerpo de Enida, besándola y a la vez probando el sabor de esa fruta sinónimo de mar, empezó por los dedos de sus pies, toda su pierna, besos placenteros en el clítoris, sexo oral de manera apasionada, subiendo por su ombligo cubierto de coco creando caminos húmedos con su lengua, besando los senos, chupando sus pezones, tocando con su nariz y labios sus brazos, sus manos, sus dedos, respirando fuerte en su cuello, beso en el mentón, atracción de sus labios, besándose con fuego de amor, caricias que incrementaban su erotismo, movimientos sexuales llenos de placer, motor de intensos sentimientos que conforman el elixir de sus vidas.
Pasaron días de mucho erotismo y pasión, Alejandro Abrahams fue su primer beso, su primera relación sexual y su primer amor. Enida recibe una llamada de su padre, el señor Labugam le dice que ya es tiempo que regrese a casa pues tiene que retomar sus estudios, ella invento una serie de excusas, que el vuelo estaba complicado, que viajara dentro de pocos días, que el clima hace difícil la partida etc. Todo sea para pasar más tiempo con Alejandro.
Al par de días, en la mañana Alejandro y Enida caminaban agarrados de la mano por los andenes cercanos a la playa, de repente Enida queda perpleja, suelta la mano de Alejandro y dice de manera angustiada: ¿padre que haces aquí?, el señor no responde a la pregunta, se le notaba el enojo, Enida entra con su padre al hotel para hablar a solas, mientras Alejandro esperaba afuera del lugar.
-Complicaciones en el vuelo, que el clima, te notaba extraña debía saber que pasaba, tus mentiras me duelen mucho, que pensaran de mi en el club donde se enteren de tu aventura, destrozaran nuestro apellido, eres una desconsiderada, fijarte en una persona diferente a nosotros, que no cumple las características de nuestro circulo social, además es un hombre de color, tal vez esté detrás de nuestro dinero, Enida Labugam empaca tus cosas que hoy mismo nos vamos de este lugar, debes culminar tus estudios y no volverás a ver a ese hombre de lo contrario te desheredo.
Enida con lágrimas en sus ojos obedece a su furioso padre, vio a Alejandro atreves de la ventanilla del taxi que la llevaba al aeropuerto, no podía contener su melancolía, un diluvio de lagrimas formaban un mar de tristeza. Al llegar a su mansión demoro días encerrada en su habitación llorando, después de un tiempo hablaba amenamente con su servidumbre, los empleados enseñaron a cocinar a Enida diferentes platos, ella se graduó de sus estudios universitarios y al pasar de los años, muere su padre quedando ella como única heredera de su fortuna, Enida se convierte en una reconocida escritora.
Enida Labugam decide viajar a aquel lugar donde conoció el amor, una vez allá pregunta por Alejandro Abrahams se entera que se convirtió en el dueño del restaurante de la isla, que está casado con una mujer morena y tiene tres hijos, caminando por la isla lo alcanza a ver, el estaba con su familia sentados en la playa debajo de una gran carpa, el les estaba leyendo un libro cuya autora era Enida Labugam.
Enida Labugam sube la montaña situada cerca de la costa, se sienta sobre la roca, recuerda cuando vio ese paisaje por primera vez, lugar donde dio su primer beso y donde vio el lugar de su amor. Enida envidia la boca de la esposa de Alejandro pues esta prueba el sabor de sus labios y el de su sazón, ¿Por qué no me quede? se pregunta a todo momento. Con el sol ocaso ella mira la isla con lágrimas y la vez sonriente, lagrimas de tristeza por no haber elegido ese amor que el sol y la luna le brindo en sus días y noches, por importarle lo que pensarían de ella y no ser ella misma, una mujer enamorada, su felicidad estaba al frente pero separada por un mar de desilusión y su sonrisa es porque ella amaba tanto a esa persona, que le alegra enormemente saber que Alejandro Abrahams es un hombre feliz.
DANIEL ALPAVALA