Si nunca, antes, hablé de soledades
fue por haberlas olvidado
\'volando a su lado\'.
Y aunque no tuviera plan,
a su lado, perder las horas,
era olvidarlas y encontrarme.
-El vientre se rendía a un colibrí…
Le daba marcha atrás a los relojes,
Cambiaba las sábanas, las cortinas;
sembraba nuevas margaritas.
- Dichosa, enloquecí…
Él era el desierto,
que me abría la boca.
Sotavento, y fuego lento a la vez.
La vela del barco de su voz
me llevaba a un lado de la cama,
que guardaba al suyo como a un tesoro.
Y toda la aspiración, todo lo que pedía
era un par de horas sobre su pecho.
Pero al final, solo me hablaba de sequías.
-Había que huir, volverse cuerda…
Conformarse con el hambriento reloj,
ése que susurra soledades en el cuello:
-Ya no habrían vuelos, ni velas... tan solo planes.
Tangibles, claros, duros planes,
suficientemente equilibrados como para llenar
el vacío de las flores muertas, por su sal y mi sed.
Ahora el reloj se precipita devorándome los ojos…
Y alimentándose de mis sueños huecos
anuncia un apetito, que no para de crecer.
Si nunca, antes, hablé de soledades,
he aquí su pan dormido: dos silencios y un olvido.
“Tomad y comed”
(Socorro Maria Lopes)