La luna oculta su desnudez con el manto oscuro de la noche.
Es más hermoso el vuelo, cuando se libera al ave de su cautiverio.
Aunque te quedes sin lanza, jamás lances tu escudo.
Señor dale sabiduría a mi enemigo, y con eso me ayudas.
Si hieres con palabras te juzgaran con frases.
El río corre sin que lo persigan.
Todos saben hacia donde corre el río, menos él.
Hay heridas que cicatrizan varias veces.
Que el silencio de tu boca se convierta en destellos de tu mirada para sigas tu senda sin temor a nada.
Cuando los ojos brillan el alma resplandece.
Hay verdades que no necesitan fundamento.
Cuando hay otoño en el alma, hay invierno en los ojos.
La ciencia no tiene conciencia.
La música tiene un solo destino, nuestras almas.
El músico y su música serán lo mismo cuando el músico lo decida.
Tu vespertina mirada tiñe de arreboles tus mejillas.
Es de ver, el deber.
Tras una lluvia de besos, arco iris de ensueños.
Nadie está obligado a obligarse.
Sí su vida está en subida, ¡suba!
Quién vive amando no muere para olvidar.
Hay amores pasados pero no olvidos pasados. El olvido nunca pasa.
Convergen en el tiempo, olvidos y arrepentimientos.
La canción de despecho es el himno que muchos entonan.
Lo grande de las frases de amor no es decirlas, sino expresarlas.
Las aves no lloran por temor a mojar sus alas.
Apaga la luz y enciende la pasión.
Los infelices son felices renunciando a su felicidad.
El amor y la muerte son parte del mismo misterio.
Amar es en la mayoría de las veces es ratificar el olvido.
Callar es una buena manera de expresarse.
En cierta forma, cada cicatriz es un final feliz.
Mantenernos inalterados, altera.
Un dilema que se eterniza ¿Quién es la flor, los labios o la sonrisa?
Lava penas, enjuga lágrimas y seca dolores.
Vicisitudes en otras latitudes dan virtudes.
¿Verdugo o maestro? Unas soledades azotan a la mente y otras, nutren el intelecto.
La casualidad es la hija rebelde de la causalidad.
Con un cerebro basta, aunque a veces dos manos sean insuficientes.
La tarde lloró con desconsuelo. Llegó el invierno y la tierra sedienta le sirvió de pañuelo.
La vida es una cuerda que muchos saltan y otros anudan.
Hasta las incertidumbres nos dan lumbre.
Que hermosa promesa guarda cada capullo.
A veces lo injusto es lo más justo.
La lluvia y el tejado se reían felices.
El viejo camino adora a sus piedras.
Aunque lo esparza por el camino, no es el viento quien le arrebata el aroma a las flores.
La lluvia celosa baña a las flores para que se olviden del rocío.
Cada oruga tiene por dentro su dormida mariposa.
La campana grita a los cuatro vientos que la han golpeado.
Si la poesía es viento, los poetas son molinos.
La intensidad del aroma no guarda ninguna relación con el tamaño de la flor.
Hasta los pájaros tuvieron una vez miedo de volar.
El amor no tiene encrucijadas.
Si el trabajo dignifica, el trabajo hecho con alegría dignifica mucho más.
No es que hay poco agua, es que hay mucha sed.
En el mágico instante en que tu alma encuentra la mía, hay poesía.
Hay sueños que al hacerse realidad, siguen siendo sueños.
Si la vida es una sola, la muerte también.
El amor a Dios es intrínseco al ser humano.
Las piedrecitas viajeras del camino usan zapatos como autobuses.
El amor a Dios es intrínseco al ser humano.
Muchos claman calma en el alma.
Cuando la muerte acecha en el lecho, se pierden muchos derechos.
Los colibríes son flores ambulantes en el jardín de la vida.
El tiempo pasa y nosotros pasamos con él.
Hay lágrimas que rebasan copas de licor.
Hay vidas grises que la muerte colorea.
Qué bonita es la reconciliación de los lazos consanguíneos.
No hay mejor dictado que el de la conciencia.
Cada orificio del cinturón espera pacientemente ser usado.
No hay sombra que haga sombra.
A veces con canas también se gana.
Cuando el otoño acaece, las raíces crecen.
Al llegar a un lejano país, no sabía el idioma, ni la hora.
El río corre huyendo de la lluvia.
Los árboles y la tierra seca esperan la lluvia. Al tiempo de llover los primeros transforman su vida, reverdecen, crecen, florean y dan sus frutos; mientras que la segunda permanece inalterada. Seamos árboles bajo la lluvia.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela