Pepe Pnca

4. RELATO

4.

 

 

LOCURA Y AMOR

 

 

La primera vez que se jugó al escondite en la Tierra no jugaron personas, jugaron sentimientos. La iniciativa lo propuso y el entusiasmo bailó de júbilo, secundado por la euforia. La alegría dió tantos saltos que terminó por convencer a la duda y a la apatía.

 

Y aunque no todos quisieron participar (la verdad prefirió no esconderse, porque siempre la hallaban), entonces la locura comenzó a contar.

 

La primera en esconderse fue la pereza. La generosidad casi no alcanzó a ocultarse porque cada escondite le parecía maravilloso para sus amigos: un lago cristalino para la belleza, una hendija en un árbol para la timidez, una ráfaga de viento para la libertad. Así que se acurrucó en un rayo de sol mientras el egoísmo permanecía en un sitio mejor, sólo para él.

 

La mentira por su parte se escondió en el fondo del mar, la pasión y el deseo en un volcán.

 

La locura comenzó a buscar. Encontró a la fe conversando con Dios y cerca de ella a la envidia, que se encontraba a  la sombra del triunfo. En el lago halló a la  belleza y descubrió a la duda. Al talento lo encontró entre la hierba, a la angustia en una cueva y a la soberbia en la cima de una montaña. 

 

Sólo el amor continuaba oculto. La locura no lo hallaba, pero, a punto de rendirse, divisó un simple rosal y entre sus flores lo encontró. Decidió aparecerse por sorpresa, como siempre el amor solía hacer, pero escuchó un quejido. Las espinas del rosal habían herido al amor en los ojos y le habían dejado ciego. La locura no sabía que hacer, lloró y le prometió que sería su guía.

Desde entonces, el amor es ciego, y la locura siempre lo acompaña.