Si te vas, lo que queda
es un campo de margaritas marchitas...
Y el aire sabe a silencio,
a limones amargos,
y a humedad sin lluvia.
El hueco que dejas
se llena de luciérnagas
que mueren en vuelo,
y siento a la ausencia
inundando tu espacio
sin tu beso y tu ternura,
sin tu rostro de inocencia,
sin tu pícara sonrisa juguetona.
Está la quietud mirándome:
burlona enemiga de cuanto fragor
existe en la tediosa labor
que a diario me persigue.
Se ahoga mi jardín...
Pétalo a pétalo se desvanece
entre la tierra como abono
y no dejará rastro alguno.
Te llamo, atiéndeme...
Dame reposo entre tu dulce vid,
llena mi copa y tu elixir esparce
por mis campos desiertos.
Estoy, con los brazos, par en par,
expectante y amante siempre
de tus frutos maduros
en mi ávido huerto.