Demasiado largos esos credos,
demasiado lejos de aquel cielo,
demasiado teórico.
Demasiados países ahí fuera,
demasiados colores en banderas,
demasiado distópico.
Vacunaron el pensamiento
del filósofo sediento
y un reloj con piel de camaleón
sonó hueco en su habitación
aplastando un tiempo que desafinó
en la última frase de la canción.
Himno con alma esperanzada,
pero era demasiada esperanza,
demasiada.
No quedaron manecillas dispuestas
a soplar finas las respuestas
y entonces se maquilló la realidad,
y hasta ahora dura transmutada.