Al llegar trinos del alba,
abren un abanico refulgente
que enciende la antorcha mítica
como pebetero de templo nuevo.
Es aire nacido del soplo original
luz suscita del dorado perpetuo
latido múltiple de cosechas
paz de mirada extendida.
El vértigo de las rutinas
se vierte en caleidoscopios florecientes,
la oscuridad de mi exilio
en crepúsculo sobre mis ojos.