Solo noto cuchilladas,
un dolor que no renuncia.
Y cada vez más fruncia
el ceño, me desangraba.
No veía mis heridas,
todo en mi cabeza estaba.
Cada segundo pasaba
más lento, como mi vida.
Pero eran esos momentos
de pura agonía donde
pedía saber adonde
llevaba mi sufrimiento.