Han pasado ciertos días En el que los astros vivían, Alimentando mis sueños Rellenado siniestros los huecos Del surco vacío de mis manos. Han pasado ciertas horas En las que comenzabas la primavera Y terminaba el invierno apagado De mis huesos de fuego. He sembrado una semilla en el robusto viento Que alcance cierto, la doble braza de tu labio Sin tú saberlo, te ha alcanzado una ola de plegarias rojas Y un mar de amapolas, descendiendo por tu cuerpo, Prepara mi sediento sanguíneo Mi fértil deseo virgen y sin dueño. Yo soy el barquero de la distancia tuya Soy el remo de este tiempo tan estremecido Soy el viento y la brújula carnada Que ansía tu faro y su orilla blanca Soy el silencio escrito Que tu piel tatúa en mi memoria.