Muerte ven y cavila a mi costado
llora conmigo, en esta lid amiga
óbito, aparca todo lo atisbado,
alboreando iré como una espiga,
cual pájaros hambrientos en mi puerta,
negra y que muere de Eros, de las vidas
que me saltan sobre mi carne muerta,
en la tumba sangrienta que te anidas.
Idos vosotros, que la muerte pare;
al borde de los llantos mil luceros
vengadores; y un filo que me aclare,
esas sombras rameras y febriles
que arcaicas van en todos esos huesos
secos, manchando los años de abriles,
¡Oh muerte! ¡Oh madre mía!
lleva mis labios secos y colgados
de mi vida cual dos malditos dados.
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John Morales Arriola