Quedaron en verse en la plaza de San Chabaco para tomar un helado, ella muy nerviosa se preocupó de sus dientes, su aliento, su cabello, su vestimenta. El muy detallista tomo flores del jardín del vecino. Él tomo un atajo para caminar hasta su cita, ella pidió un aventón a su padre. Él pensaba lo que le diría, ella sentía mariposas en el estómago. Él esperaba junto a la pileta repasando una y otra vez su saludo, ella lo miraba y se acercaba desde la esquina sur de la plaza. Él borro todo lo ensayado de su mente al verla, ella estaba bellísima y sonriente.
Fue un tenue saludo lo que se escuchó y los dos sonrieron y rozaron sus mejillas, él arriesgándose acerco su mano a la de ella, ella temblorosa sujeto la mano de él. Él por su parte camino llevándola de la mano, ella siguió la marcha junto a él. “Vamos al Tópoli” dijo él, “estamos cerca “dijo ella. Siguieron uno con otro como si fueran uno, sonreían sin hablarse, no hacía falta, sus miradas lo decían todo, se amaban.
Así la tarde se hizo amena, se perdieron en el ocaso, el sol y su triste color naranja sonrió a este par de jóvenes enamorados, que vivían la experiencia del amor.