En alta voz esa conversación,
arrecifes se quejaban de la mar
asumiendo ser golpeados con pasión
por alguien a quien sentían amar,
la mar asimilando esa queja
le ruega, para que entendiera
que no es castigo que le diera,
sino signos de amor, ella le deja.
La dura pared del arrecife
aceptando con razón la queja,
valora con cariño lo que dice
y se abraza de la mar, que siente,
no le permite que se vaya triste
y se queda con ella para siempre.
Ramón Oviedo
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