En un ataque de melancolía
broto una lágrima,
sólo una lágrima,
de los ojos de mi alma.
Tan delgada, tan tímida,
que prefirió quedarse en calma,
en el ojo derecho
de mi demacrado rostro.
Esa lágrima, es pura melancolía,
que viene del mundo de las lágrimas
y por más que nacía
moría en mi rostro,
y yo, que siendo tan libre
como tímido, la dejaba caer
hasta su voluntad más allá del rostro
y de su frontera.
Caía como lluvia perdida
y mi vida la seguía.
Libre lágrima que cambia mi rostro
por un libro:
porque esa lágrima
consiguió su fin recorriendo, acariciando
toda mi historia hasta llegar
a un poemario perdido
y la lágrima se mezcló
con mis versos volviéndose parte
de mi poesía al ser principio de dolor
y llanto de mi melancolía.