Sabes que los días malos existen, pero las pesadillas ocurren cuando todo empieza de una manera tan sospechosa, como que después del colegio al llegar a tu colonia no haya luz. Crees que no importa, ya que apenas son las 5 de la tarde, pero se paciente y nada será igual de tranquilo.
Han pasado cuatro horas y la única luz que hay en tu casa son las flamas de las velas que poco a poco se han ido consumiendo.
Tus padres hoy no llegarán porque un tío lejano está enfermo. Así que estás completamente solo. No hay nadie disponible para invitar a pasar la noche.
De momento, una corriente de aire helada entra por las ranuras de las ventanas, provocándote escalofríos. La chamarra de piel ahora parece de seda.
Al ir subiendo las escaleras sientes que tu propia sombra te traiciona, sintiendo irregularmente sus exhalaciones.
Te dices a ti mismo \"Estás a salvo, está todo cerrado, el candado, el cerrojo, no hay nadie ni nada\" pero suena tan falso que es difícil de creerlo.
Es viernes, y sin luz no puedes desvelarte a gusto, solo escuchando gatos maullando y perros ladrando con fuerza abrupta. La última vela da sus últimos respiros.
Cierras los ojos, la sábana se encuentra ligeramente fría, la almohada incómoda, la noche se siente pesada a tal punto de cansarte estando acostado, pero sin sueño.
Los pasos se escuchan lejanos, son los vecinos, tú piensas. Las ramas crujen, como palomitas dentro del microhondas, por el viento.
La cama se siente incómoda, de ninguna manera logras descansar tu espalda, ni boca arriba, ni boca abajo; ni siquiera de lado. Al tratar de levantarte y trasladarte al sillón que está en la esquina contraria a la cama, no puedes. Tu propia cama te ha amarrado a ella, sin levantar los brazos o piernas a más de cinco centímetros.
Tras la lucha con la cama, tu cansancio ha aumentado, pero el sueño no llega. Y ahora la tortura comienza al sentir que las horas de la noche transcurren lentamente, pareciendo durar los minutos el triple de lo que duran realmente.
Levantas la cabeza, piensas que te has quedado dormido, se supondría ya hubiera amanecido. Pero no, sigue de noche, tu cuello duele por la mala postura, algunos insectos vuelan cerca pero no logran verse, la oscuridad es demasiada densa.
Alguien debe de extrañarte, debe de tratar de buscarte, la luz debe de haber vuelto. Te levantas de la cama y accionas el interruptor pero el foco no reacciona, buscas desesperadamente tu celular para encontrar que no hay señal y la batería es escasa.
Te quedas parado a mitad del dormitorio y crees escuchar una voz a lo lejos, enfocas tu atención auditiva pero la voz no se vuelve a oír, si es que hubo alguna.
Cuando levantas el pie para el primer paso sientes la exhalación, la misma que sentiste al subir las escaleras. Enseguida corres a tu cama y de un brinco estás acostado y tapado por la sábana que, pareciera, se enfría cada vez más.
Pero no pasas ni dos segundos ahí, de otro brinco saltas fuera, gusanos por todo el colchón.
Y luego el foco se enciende levemente para alumbrar el colchón, ahora, está formado por gusanos retorciéndose unos sobre otros. Tu cara de asombro surge y el foco estalla. Nuevamente oscuridad.
Te quedas inmóvil, a mitad de tu recámara y lentamente las paredes se alejan y la dimensión pierde sentido. Ahora parece que flotas sobre un agujero negro y al ver el vacío agitas tus brazos para recobrar el equilibrio. Cierras los ojos y todo pasa tan lento, tan lento que puedes oír el sonido que produce un caracol al dejar su rastro de baba en su pasado. Escuchas con claridad, escuchas todo tan real, los colores brillan en tu mente hasta inundarte en un arco iris.
Empiezas a abrir los ojos y el sonido de murmullos se hace más fuerte, el rodar de llantas diminutas acompaña gritos y quejidos. Algo extraño, pero las últimas 15 horas lo han sido también.
Al abrir los ojos, una luz blanca te lastima, tanto que parecieran salir un par de gotas de los ojos. Segundos más tardes te acostumbras y los abres por completo, tu cuerpo no reacciona, te sientes entumido.
Mueves los ojos en todas direcciones y te das cuenta de que no es tu recámara, los sonidos de ruedas provienen de camillas y los quejidos de enfermos y heridos que se encuentran cerca.
Durante unos minutos crees estar solo y empotrado en la incómoda camilla fría, hasta que tus padres te toman de la mano, dándote la bienvenida y tú no sabes de qué hablan, si se supone no te has ido.
Pero sucede que por fin haz despertado del coma en que habías caído. Desde aquél viernes extraño.
Toda la oscuridad, todo el tormento ha acabado.
Haz vuelto, después de año y medio.