Conforme se cerraban las puerta de aquel autobús que me llevaba a la capital, se cerraba mi corazón destilando lágrimas amargas. Por la ventana te podía observar mientras esperabas mi partida. Nuestra Lía me buscaba casi desesperada moviendo su cabecita de un lado para otro al compás de su cola. La tomaste entre tus brazos y justo cuanto nos pusimos en marcha te vi llorar. Tuve que ahogar el deseo de detener e bus y descender.
Otra partida, otro viaje de regreso sin ti. Cuatro horas de camino hasta llegar al aeropuerto.
Mi mente era una máquina acelerada que producía mil pensamientos por minutos.
La tentación de dejarlo todo y regresar a tus brazos crecía. No partir más de tu lado.
Luchaban dentro de mí , el deber y el querer; la lógica y el sentimiento; la razón y el corazón.
Una tristeza profunda me embargó cuando entré y me senté en el asiento que me correspondía en el avión. A mi lado una pareja que no dejaba de demostrarse el afecto y el cariño. Aquellos gestos de amor puro metían, sin quererlo, el dedo en mi llaga abierta y sangrante.
Ya estoy en el avión amor mío. Te extraño tanto. ¡Que duro es este destierro! ¡Que impenetrables, fríos y crueles, estos hierros que me separan de ti…! Le escribí por el whatasApp.
Te amo, fue su respuesta. La cual me bastó para entrar más profundo en mi tristeza, sin poder ahogar una lágrima que traicionó mi compostura férrea.
Increíble la potencia que pueden tener dos palabras cuando estamos entregados y enamorados. Cuando el amor es sincero y ha pasado por el crisol de la purificación. No hace falta un discurso articulado, largo, perfecto, ya que estas dos palabras contienen todo lo perfecto que puede ser el amor.
Puntuales partimos. Mientras nos elevábamos, sentía el vacío intenso en mi interior. Las nubes parecían venir a mi encuentro tratando de consolarme. El sol que entraba por la ventana, quería desterrar el frío que se producía en mi alma doliente. El horizonte se abría paso lentamente preparándose para el ocaso. Segundos, minutos, horas me separaban cruelmente de ti.
Ante lo imposible es mejor no luchar. Aceptar y tener paciencia. Todo tiene su tiempo y su momento. Seguir preparando el camino para cerrar definitivamente una fase existencial. Una puerta se cierra, un portón se abre.