Bendita esta tierra, bendita sea, y bendita el mar de narcóticos junto a esta, gritando mi
nombre; oh, eutanásico unísono de voces extasiadas,
Templo, sodoma, sodoma, el templo creciendo y extendiéndose sobre el templo; edificios y
escombros al amanecer que toman la forma de dragones y ángeles humanos,
Negligentes amapolas en llamas observando con sus mil ochocientos pétalos al pobre
vagabundo arrastrándose a su alrededor a las dos de la madrugada, intoxicado con su alma; triste y deshabitada criatura de mano trivial y ojo profano,
Hice de mi hogar un recuerdo, y del más maravilloso árbol, el más maravilloso lugar para
vivir; el paraíso está en la tierra, allí,
Es el espacio vacío junto aquel drogadicto harapiento y desdichado; hermoso sodomita de
mente visionaria y visionario del éxtasis verdadero,
“Nunca ha habido más juventud ni vejez que ahora”, la magnificencia.