7.
LA ESQUINA
Al acercarme a aquella esquina mi pensamiento se inunda de color y se deja llevar por su efecto afrodisíaco.
Cada mañana mi semblante palidece en ese lugar , la música de mi automóvil se congela y mi mirada busca aquella exótica belleza.
Antes de verla, toda la escena se prepara: los transeúntes y el tiempo se detiene ante la luz roja del semáforo. Sube el telón. No importa cuantas veces la haya visto; siempre es diferente.
Tras bambalinas emergen los malabaristas con sus estacas de fuego, dando tiempo a la aparición de su estrella principal, que se acerca a la ventanilla de un auto detenido frente al mío.
Allí esta ella, con su falda y blusa asesina, inclinándose hacia el conductor y ofreciéndole un ramo de rosas.
Apoya sus brazos en el coche y hace suaves movimientos de cadera. Mi corazón esta callado.
Se incorpora y orienta su cuerpo hacia mi, escondiendo el ramo de flores tras su espalda y se abalanza lentamente como un felino ante su presa. Sus movimientos me hipnotizan y yo me hundo en mi asiento.
Bajo la ventanilla del carro hasta que su melena se introduce en ella junto con su embriagante perfume. Apoya sus antebrazos cruzados en mi auto y me enseña el ramo.
Desenfunda el arma secreta de su sonrisa. Mi corazón late como el motor de un viejo camión. Al verme entregado a sus encantos, me ametralla con una risa y me abandona, arrojándome una rosa sobre mis pantalones como tiro de gracia.