Con qué suave ternura
tu imagen se adelanta silenciosa hasta
donde reposan todos mis recuerdos,
me levantas del aletargado sueño,
traes a mi profundas sensaciones
y todo el lirismo de los años idos,
perfumando lo que ya no esperaba.
Paseo los dedos por el papel,
y recuerdo aquella vez en que te invente un retrato,
imaginando el beso que nunca existió,
la soledad de las palabras mudas,
la fragilidad del gesto enamorado,
tú que te ibas y yo quedando,
pensándote tras mi reja enmohecida,
tras la ingrata pesadumbre del quizás.
Y adivino que sin tu recuerdo
no quedaría mucho de mí,
sólo cenizas y pasiones sin alma,
revolcadas entre el polvo del adiós.