Soy inocente.
Los altos cementerios de la duda,
el aire viejo,
el humo, el desolado puerto,
han visto nacer y crecer mi inocencia
como un callado grito que todavía aturde.
Soy inocente y lo sé.
¿Lo sabrán otros?
¿Querrán que yo me marche desoladamente
perdiendo tu sonrisa y tu mirada,
y, en fin, tu pálido rostro?
¿Que coloque mi pie en blanca sementera
como una estaca bien profunda y allí me detenga?
Mañana, es decir, hoy,
ya,
los buitres volarán sobre mi libre cabeza.
Para devorar la carne impredecible pelearán entre sí.
Yo sabré acompañar tanto misterio
y bajaré a repetir en silencio
lo que demasiado sé:
soy inocente.
De culpa y cargo.
Inocente.
G.C.
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