Victor Florez

Paz en el valle, paz en la sabana.

Tranquilidad colosal

ahoga mis ideas,

tranquilidad formidable

reflejada en la inmensa ciudad,

así como he visto alguna vez

la manera en que la niebla,

fantasmal y enigmática,

cubre la extensa sabana

de las afueras, y experimento

la más grande paz

que haya sentido jamás;

de igual manera la niebla,

en una ciudad menos tensa,

envuelve en un singular anillo

los bordes del valle que me vió nacer;

así como camino entre putas,

ladrones, bares, cantinas,

hoteles, teatros y librerías

pensando sólo en los millones

de seres que habitan el valle de la muerte,

pensando sólo en los millones

de seres pobladores de la sabana de la vida;

y cuándo menos lo espero

recibo ayuda, me siento en casa,

me encuentro una sonrisa,

un saludo amable de algún desconocido;

pero ahora no hay nadie, estoy solo,

y aún así puedo percibir

la cotidianidad de la ciudad viva.

Al oriente alzáronse ya

los doce titánes verdes,

guardianes de altura

que realzan el concepto de Dios

en una sociedad demacrada,

que ha aguantado los aspectos

más importantes de la historia

del país que la gran ciudad preside.

¡Qué historias!¡Qué gente!

¡Qué conflictos!¡Qué muertes!

No importa nada;

se trata de desarrollar

convivencia ciudadana.