Tranquilidad colosal
ahoga mis ideas,
tranquilidad formidable
reflejada en la inmensa ciudad,
así como he visto alguna vez
la manera en que la niebla,
fantasmal y enigmática,
cubre la extensa sabana
de las afueras, y experimento
la más grande paz
que haya sentido jamás;
de igual manera la niebla,
en una ciudad menos tensa,
envuelve en un singular anillo
los bordes del valle que me vió nacer;
así como camino entre putas,
ladrones, bares, cantinas,
hoteles, teatros y librerías
pensando sólo en los millones
de seres que habitan el valle de la muerte,
pensando sólo en los millones
de seres pobladores de la sabana de la vida;
y cuándo menos lo espero
recibo ayuda, me siento en casa,
me encuentro una sonrisa,
un saludo amable de algún desconocido;
pero ahora no hay nadie, estoy solo,
y aún así puedo percibir
la cotidianidad de la ciudad viva.
Al oriente alzáronse ya
los doce titánes verdes,
guardianes de altura
que realzan el concepto de Dios
en una sociedad demacrada,
que ha aguantado los aspectos
más importantes de la historia
del país que la gran ciudad preside.
¡Qué historias!¡Qué gente!
¡Qué conflictos!¡Qué muertes!
No importa nada;
se trata de desarrollar
convivencia ciudadana.