Somos olas en los acantilados,
nuestra furia se rompe con espuma
nos convertimos en etéra bruma,
se disipan futuros y pasados.
La luna triste lágrimas rezuma
con sus ojos lánguidos y cansados
ya de cuartos menguantes apagados
viendo otra ola valiente que se exhuma.
Así son nuestras vidas transitorias
que creciendo con fuerza y altivez,
la dura roca las torna en historias.
Aprendamos por fin, y de una vez
que este mundo carece de memorias,
que las rocas aguardan la vejez.
Tras la roca ya no seremos nada
pues la historia no habrá de recordar,
cuan dura fué nuestra fugaz jornada.