El hombre que tú amas,
no es aquél que te persigue,
ni ronda cada momento tu casa,
no es el que te mira con codicia,
ni te halaga con bellas palabras,
el hombre que tu amas,
vive en tu corazón,
no precisa de aromas de rosas,
para confesarte su amor,
está impregnado en tu piel,
tu transpiras su perfume,
y te elevas al cielo con alas de cristal,
aferrada a sus brazos,
como paloma encantada,
el hombre que tu amas,
sabe todo de ti,
tu poco sabes de él,
por eso estás enamorada,
y sueñas y sueñas,
como una niña hechizada,
del hombre que una vez,
conquisto tu corazón,
basto con una mirada,
una caída de ojos,
rubor en los rostros,
roces de labios,
fuego en la sangre,
y el amor total.
Víctor Bustos Solavagione