Tú tienes tu forma de amarme...
y esa forma está llena de silencios
(aunque a veces me hablas con trinos,
relinchos, bramidos, zumbidos o truenos).
Yo te amo también a mi manera,
pero mi forma no es perfecta,
yo te amo con ese amor mezquino
que es el que más abunda en la tierra.
(A veces de ti sólo me acuerdo
cuando te necesito...)
Me gusta tu forma de amarme,
es esa grande que tienen los padres,
no me estás todo el tiempo exigiendo,
aunque esperas que yo haga mi parte.
Yo me entrego a tu amor porque quiero,
Tú no obligas (ni a mí ni a nadie),
y lo hago porque en esta vida
lo más lindo que he hecho ¡es amarte!
No lo hago por esas promesas
que me hiciste al enamorarme,
ni por todo lo que ya me diste,
ni siquiera porque eres mi Padre.
Yo te amo incondicionalmente,
con mi ser entero ¡cómo no amo a nadie!,
y voy a decirlo... aunque Tú lo sabes:
porque eres mi amigo ¡y nunca fallaste!
Jesús, Tú eres Dios, y... aunque yo soy carne,
y, aunque las maneras sean tan distantes,
tu mano y mi mano se juntan,
y así caminamos... en amor constante.