Disfrazado de turista
se iva sumando a la lista
de aquel que no entiende nada;
él se miraba al espejo
sin verse jóven ni viejo,
mas distinto a la manada.
Una mueca en su semblante
iva marcando el talante,
su existencia malograda;
soñó con ser bandolero
para meterse a barquero
y endulzar la mar salada.
No sabia de sacrilegios
y aún menos de sortilegios
ni soñaba con la almohada;
su vida fue un manuscrito
donde todo estaba escrito
y su sombra era alargada.
Andaba siempre sediento,
agarrado al sentimiento
de una soledad soñada;
no tuvo ni dios ni mundo
obviando lo nauseabundo
y ya nada le importaba.
Llegó al fin a su pesar
y se propuso pasar
dando al globo una patada;
fue el universo su villa,
su rincón era Castilla,
y su fortuna, la nada.
©donaciano bueno