La ví sentada en la orilla de aquella playa llena de arenas grises, ella estaba con una mirada triste hablándole al mar; de vez en vez, esos labios entre abiertos le susurraban al viento una bella sonrisa; mi llegada a su vida era para calmar sus ansias y sus peticiones… para darle un hálito de aliento y mostrarle la vida más allá de lo poco que ella conocía y que temía conocer; ella reclamaba y lloraba con sus hermosos labios entreabiertos, para luego esbozar una tenue sonrisa, siempre con su mirada atisbando al cielo en espera de las respuestas a sus rezos que nunca murieron y que pareciera el cielo nunca escuchar.
Yo debía acercarme para tomarla tan solo del brazo, y así llevarla a un espacio cálido, lejos de esa lluvia tan fuerte que bañaba cada una de sus lágrimas en gritos ahogados de nostalgía… debía haberme acercado para guarecerla del frio… para que nadie le hiciera daño nunca más… debí acercarme, pero me senté bajo esa lluvia tan fuerte como ella inmutablemente lo hacía, la observaba tan detenida y extrañamente como nunca antes lo había hecho con nadie, tenía un rostro tan hermoso y tan dulce, que no comprendí el por que de aquellas plegarias a su soledad, Era de un rostro tan bello, como un ángel en pleno vuelo, como la lluvia, que caía desvanecída del cielo.
Alejome por un instante de mi lugar, y andando a sus espaldas, me posé y le susurre al oído, que nada malo le iba a pasar, que el miedo es una fantasía de los débiles, que yo le daría fuerzas para luchar, mas ella sin voltear –aunque no me viera- respondía:
“necesito irme a un lugar donde pueda ser felíz encontrando a aquel que vive en mi y que aún no conozco… debo verlo y sentirlo, andar a través del mar y al hallarlo echar las anclas en puerto seguro, o quizás poder volar hasta las estrellas cuando se apaguen, para poderlo adorar, o quizás en un cálido lugar donde hayan flores, flores sin nombre que den aromas nunca sentidos, que den colores nunca vistos, que den paz nunca sentida… un lugar para amarlo aunque sea por única vez…”
La miré detenidamente y en su mejilla se posaba una ligera pluma, le dije entónces… cierra los ojos, é imagina que alguién ha tomado tu mano y elévate… ella los cerró, y en sus fuertes pero delicados brazos, nacieron las alas que la llevarían a lugares imprecisos, a los confines secretos del alma, a la búsqueda de aquel al que ella llamaba con denuedo, pero calladamente.
Se irguió y conmigo se lanzó al inmenso cielo que abría su cortina gris para dejarla entrar, entónces profundizó su mirada, aquella con la que se ven las almas, y voló, y voló mas allá de donde las miradas llegan; buscó en las costas, en las sierras, y mas allá de las selvas -más no hallóle- busco entre las gentes, entre la paz y las guerras, entre las alegrías y las penas -y no hallóle- sus ojos -aquellos que no miraban- deseaban abrirse ensombrecidos por la pena, pero no la dejé, e hice tocar con sus delicados pies las tibias aguas de un mar mil veces lejano, de un mar mas grande que los océanos, y su hermosa figura tomo piel de reflejos, y brilló tan límpidamente como el azul mas profundo, como el coral mas joven de los mares…como una hermosa sirena hecha de mujer en primavera.
En su piel tan llena de miedos, se veían las formas de la duda y el no se que, é igual yo otra vez le dije que no tuviera miedo… sonrió y lo hizo con esa hermosa sonrisa que jamás habría de olvidar, con esa sonrisa que me llevaría hasta el fin de los tiempos.
Brilló en los mares mas profundos, brillo en los fondos mas azules, en aquellos mas fríos y en aquellos nunca imaginados, volvía y revolvía al océano con su gracia y su innegable alegría, viajó como nunca nadie antes lo había hecho… pero no hallóle.
Su pena era mas fuerte ahora, porque no podía tenerlo al lado, porque ni aún en sus sueños podía encontrarlo… pero ella sabía, que no declinar era su mejor tesoro, el cielo la había escuchado y sus sueños habían resucitado… pero no hallóle, sirena debes volver, sirena a tu playa debes volver –le dije al oído-
En mis brazos la tomé desde ese mar de esperanzas que en ella estaban muriendo, y la cobijé entre mis brazos, aquellos que no la tocaban, y la acaricié tan suavemente como el murmullo mas tenue de la playa mas soñada, y miré su mirada, dormida, tan triste y desolada, que lloré, con mi lágrima de cielo, con mi pena de despertarla.
La posé en las arenas y cuando su mirada se abrió, vi en ellos la angustia de la lejanía, aquella distancia que cansa, aquella que quita las fuerzas, y en sus ojos una lágrima apareció.
Yo me estaba marchando, y andaba de pasos inciertos como nunca antes ande, y su hermosa sonrisa, mi pecho en dos había partido, entonces miré al cielo y pregunté… y nuevamente pregunté… aún sin querer respuestas obvias.
Me detuve, y dando la vuelta volví hacia ella, me senté a su lado y calladamente le dije… “cierra tus ojos y siente el aroma de tus flores… aquellas que para ti han nacido…”
Entónces tomé sus hombros, y mi rostro en su hermosa cabellera oró con la oración del Amor y de los Ángeles, entónces le dije… “elévate… elévate con tus alas, y conmigo…”
Ella ya había perdido el miedo porque había sentido el aroma de sus flores lejanas, las flores que aún no habían nacido y esperaban por ella, entónces voló sola sin mi ayuda, y sin mi consuelo, con sus labios infinitos entreabiertos esbozando su hermosa sonrisa, con sus rezos convertidos en cantos, en cantos de Sirenas, en cantos de Aves que la llevan, en cantos de Alicias y en sueños de Jardines Secretos; su mirada bailaba entre las nubes y las frescas lluvias que adornaban sus hermosos cabellos castaños, y volaba y volaba hasta el confín mas secreto del lugar de las almas… ella sabía adonde llegar… y llegó hasta el lugar de su jardín, hasta el lugar de sus flores… aquellas que aún no tenían nombre, aquellas de colores aún no bautizados, de aromas aún no descubiertos, y de esperanzas aún no tomadas, y lo buscó y lo busco… y al voltear encontró la mirada de mi espíritu… é ilusamente yo aún con los ojos cerrados queriéndola despertar, pero ella yacía ya sentada, despierta, y en su alegre mirada… mirada de angel…, me había hallado con su hermosa sonrisa y su bello mirar… me había encontrado y yo a ella… en el jardín de sus flores… aquellas a las que ella aún no les pone nombres.