Quiero pasar cien años
mirando la luna, contemplando la
intensidad del sonido, aparece
el mar.
Tras una inmensa y tormentosa
lluvia, los árboles amanecen llorando.
Las gotas que caen y se deslizan,
me recuerdan al sudor en tu
cuerpo.
Si tan solo el aire dejara de soplar, yo podría escuchar tu voz. Y estoy recargado en ese árbol, donde el tiempo pasa como gusano y el árbol hueco, permite escuchar el mismo eco de mi corazón.
El silbido de las hojas que pierden su batalla con el viento, van flotando, suspirando, y hacen silencio.