Fueron aquella vez los destellos del mediodía
de nuestra inocencia su asedio;
derritiendo los muros con su melodía
se rozaron nuestros labios, y aspiramos un beso.
Selló así el sol en aquel imborrable intermedio,
un destino abrasador de perpetua melancolía.
Pero cuando cayó la noche sobre un lienzo terso,
y los ecos de dos latidos se reunieron sin remedio,
se cruzaron nuestras vidas... y pintamos un verso.
Marco \'14