Los almendros, secos y ennegrecidos sobre el campo estepario.
Espectros que con sus ramas desnudas se asemejan a añejos esqueletos.
Fantasmas amenazantes que esbozan muecas de vacío.
Cementerios de tierra y abandono.
Noche y tiempo unidos.
Decrepitud, silencio, muerte.
Lejos quedaron primaveras de nacaradas flores, de colores y de aromas.
Parásitos y larvas pululan donde volaron laboriosas abejas.
Os conocí en vuestra infancia, os vi crecer y ofrecer mil veces vuestro fruto.
Fuisteis sombra fresca, emporio de belleza, adorno de fértiles llanuras.
Recolección y trabajo.
Marmóreo palacio de alondras y ruiseñores.
Paz en el entorno, prosperidad, hermosura recortada sobre un azul eterno.
Hoy, polvo y madera vieja.
¡Ay de mí! En vosotros me miro, y en vosotros me reconozco.
Mas, ¡no! Aún es tiempo de frutos, y de flores otoñales.
De amor y de caricias.
Viento de Levante