piel de la poesía desembarcó en tierra,
su clara paciencia aleteó sin aviso,
ancló de este nombre, de este constante número antesvivo, sus manos.
Una respiración más se aferra ahora a un techo de pájaros.
De cielo, de última mirada.
Entre más voces que silencios, sus papeles gritan desde un escritorio.
Poemas que le dicen.
El pensamiento indeleble esparcido en bocetos recobrará su cuota inmortal,
la injusta memoria para el muerto contenido en los túneles del tiempo
porque aunque invoquemos Inmortal!
Sabemos que no está.