Las cinco de la tarde en el tablero,
el viento amenazante de poniente,
clarines resonando entre la gente,
morlaco negro en puerta de chiqueros.
El peso de su pata hunde el albero
y su imponente aspecto lo embravece;
maestro que lo observa se ensombrece,
la cara de la muerte, entra en el ruedo.
Cambiando el tercio, grita el graderío.
Lo dijo la gitana, llegó el día;
pavor por vaticinio ante el bravío.
Mirada al palco; busca que lo eximan,
y encuentra, desajenos de su agobio,
sonrisas de inocentes, que lo animan.
Cecilio Navarro 17/05/2015
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