Eras como esa dulce pasión
que eriza la piel,
cada vez
que arde mi cuerpo.
Como esa gota de vida
que cala en mi ser
y enciende la luz
de tu vientre materno.
Como saliva que calma la sed
y se filtra
en las delicadas venas
de un corazón enfermo.
Como gélido viento invernal
que sopla
entre los castillos de arena
de una playa desierta.
Te me escapabas de los dedos,
como errante cometa,
en hilo de plata...
y nube de tormenta.
Espesa...
como esa cruel densidad de la niebla
que envuelve la enfermedad
de la memoria.
Como la sequedad
que cubre mis labios,
ausentes de aquellos besos
que ya son historia.
Dejaste abandonado
en mi cuerpo
el ocaso de tu jardín,
de caricias inventadas.
No fui mas que un tonto
que solía sentarse
en el otro lado de tu cama.
Hacíamos el amor
a oscuras
entre la suavidad de las sábanas
de tus falsas mentiras.
Recuerdo que solía tomar café
para no cerrar los ojos
y así mantener nuestro sueño
siempre con vida.
Pero es demasiado profundo
el mar en llanto
de un efímero sueño
cuando alguien te olvida.