Caminando en un bosque encantado me encontré con un poema abandonado.
Estaba triste, en la vera del camino, lloraba por su desdichado destino.
Su menuda apariencia no restaba, para nada, fuerza a su presencia.
Me acerqué y no pude evitar acariciarlo, sentirlo, apreciarlo.
¿Que cosa te ha sucedido? - le pregunté, muy delicadamente, comedido - .
Me han abandonado en este bosque embrujado – me contestó, para nada sosegado –
¿Cuál ha sido la causa de tan vil acción? – le pregunté conteniendo mi fuerte emoción -
Mirome con sus ojos profundos, negros como el ébano de lejanos mundos.
Su rostro era el de un ángel, sublime, hermoso, puro como el agua del pozo.
Por ser melancólico y triste – me respondió con voz sonora, límpida cual aurora –
Me senté a su lado, quería hacerle compañía, la verdad es que la mía, era una curiosidad profunda. Le daría yo una tunda, a quien ha podido abandonar a esta criatura particular.
Los dos perdimos la mirada, oteando al horizonte esplendoroso. Debajo de un árbol frondoso, que nos regalaba su sombra fresca. Realmente generoso.
Soy – comenzó a narrar – la última lagrima del moribundo, aquel que no quiere renunciar a este mundo, dejando al ser amado en el dolor cruel y profundo.
Soy el pañuelo ondeado en un olvidado puerto, aquel que recibió lágrimas y un sentimiento recién muerto, de una amante desesperada, por haber sido abandonada en aquella costa soleada.
Soy la lágrima de una madre ante una tumba. Resumen de la impotencia, que casi lleva a la demencia, a quien tanto ha amado, a su hijo adorado.
Soy el ansia, la soledad, la nostalgia y la tristeza que hace perder la cabeza, cuando el alma tanto amada, ausente está en la alborada, dejando el alma amante desgarrada.
Soy el sentimiento profundo que se vive, viendo caer la lluvia allá en la lejana tundra, con el alma en penumbra, mientras se recuerda el pasado, que ya no está a nuestro lado, pero dejó su huella y en nuestro corazón una mella.
En fin, soy ese sentimiento, profundo, duro, cruel, (no miento) que se experimenta en la vida. Sensación de estar en un tren de solo ida, sin posibilidad de regreso. Nadie le gusta sentirme, me evitan, hasta dejarme abandonada en esta selva encantada.
Todos me quieren ignorar, nadie se quiere percatar, que tarde o temprano, los acariciará mi mano. No se puede ignorar en la vida los momentos de tristeza o melancolía sobre todo, en el mundo de la poesía.
La bruma nos envolvió, el silencio nos acarició, el bosque encantado nos besó.
La brisa tenue, traía un aroma fresco de rosas, quise escribir este encuentro, para todos ustedes, en esta mi humilde prosa.
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