En vuestras almas, en cada aroma, titila esperanza
En la hermosa flor, en cada pétalo aun
La flora silvestre, desborda pujante energía
¡Oh mujer delicada, fuerza de los mares, agua cristalinas!
En amor me concibió mi madre, me albergo aun,
En las frías noches de otoño,
Y recibí las caricias de las suaves manos de una niña
Pues en su matriz me dio todo su amor, sus ansias, la fe.
¡Oh pobre del hombre maduro, sin su vientre!
Como un navío errante, en algunas noches como esta
Mi alma se hunde como una pesada ancla
En lo insondable de la vida, en lo recóndito del sueño profundo
Como un letargo sereno, infinito de paz
Lentamente, pausadamente, como un fuego
La llama se extingue en la noche silenciosa
Quedaran brazas debajo de las cenizas
Es que pausadamente el espíritu cesa
Al caer la pesada jornada, buscan el cuerpo y alma
Cerrar los ojos, llenos de incertidumbre.
Sin prisas, sin la pálida dicha,
¡Oh cuan vacía esta negra noche, late el corazón amigo!
Dándome golpes, suspirando lentamente, acompasadamente
Muere en silencio, este otoño de mis nostalgias
Siendo cautivo mi ser, de tan magnífica vida
Vida de la vida, hijos de los hijos
Y poco a poco muriendo en mi piel, en mi follaje
Y ellos tiernos, en la senda, que infinitamente
Dios nos ha dado, talentos en pequeños
Latientes corazones.
Nuestros seres amados.
Autor; Darío Ernesto Muñoz sosa