Hay una chispa que se esconde
y bien desluce el panorama
«bajo el querer de no querer
bajo cadenas que no existen,
bajo el creer y no saber»,
a negra noche sin rocío,
a los susurros sin sonido,
a seco arroyo por el frío
ante unos ojos impasibles
ante un latido que se apaga
ante las voces inaudibles.
Qué encanto tiene algún diseño,
si profanado es el lienzo
«de las vigilias, las esperas,
del silencio consonante,
de los recuerdos y quimeras»,
con el sedal de la distancia,
con la ceguera de las almas,
con el desliz de la fragancia;
cuando una flor sus hojas pierde
contra la escarcha y ventarrones,
cuando el molino se duerme
contra el descuido y los tifones.
Si se han perdido los matices
y el esplendor ya no responde.
En la llanura falta el verde,
en la ribera muere el garzo,
en la fogata el rojo pierde;
entre viento oliendo a brisa,
entre las aguas en remanso,
entre la llama cantamisa.
Y te muerden los recuerdos
si, vivas, arden cicatrices
por la mixtura de sentidos,
por el calmante de la sed,
por los fantasmas elegidos.